En un rincon del alma tengo las penas que me dejaron los "adios",

se aburren los poemas que mi mano no escribió

y me hieren los "te quiero" que mi boca no pronunció

de que sirve pues la vida reservarme lo que siento como lo hago hoy

si tal vez este dia alguien que no me conoce escuchara mi voz

viernes, 20 de mayo de 2011

El amor entre Manuelita Saenz y Simón Bolívar el libertador

El amor que se profesaban Simón Bolívar y Manuelita Sáenz ha pasado a la historia, sustentado por esos mudos testigos que gritan amor letra a letra: sus cartas. Incluimos aquí fragmentos de las mismas, así como una que le escribiera Manuelita a su esposo, James Thorne, en primer término



No, no y no; por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución? !Mil veces no! Señor mío, eres excelente, inimitable. Pero, mi amigo, no es grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin sus méritos no sería nada. ¿Crees por un momento que después de haber sido amada por este hombre durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo, o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero, ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido?

Déjame en paz, mi querido inglés. Amas sin placer. Conversas sin gracia, caminas sin prisa, te sientas con cautela y no te ríes ni de tus propias bromas. Son atributos divinos, pero yo miserable mortal que puedo reírme de mí misma, me río de ti también, con toda esa seriedad inglesa. !Cómo padeceré en el cielo! Tanto como si me fuera a vivir a Inglaterra o a Constantinopla. Eres más celoso que un portugués. Por eso no te quiero. ¿Tengo mal gusto?
Pero, basta de bromas. En serio, sin ligereza, con toda la escrupulosidad, la verdad y la pureza de una inglesa, nunca más volveré a tu lado…


Siempre tuya, Manuela
Carta de la libertadora (octubre de 1823)[1]


¡No, no, no, no más, hombre, por Dios ¿Por qué hacerme usted escribir faltando a mi resolución? ¿Y Vamos, qué adelanta usted? sino hacerme pasar por el dolor de decir a usted 1.000 veces NO. Señor, usted es excelente, es inimitable... jamás diré otra cosa sino lo que es usted; pero mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo, dejar a otro marido sin las cualidades de usted, sería nada. ¿Y usted cree que yo, después de ser la querida de este señor por 1 año y con la seguridad de poseer su corazón prefiriese ser la mujer del Padre, Hijo o Espíritu Santo? ¡E! Ni la Santísima Trinidad ? Y Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado.



Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Y me cree usted menos honrada por ser mi amante y no mi marido? ¡A! Yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente. Déjeme usted, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra NO. ¿Cree usted este convenio malo? Entonces diría yo que era usted muy descontento, en la Patria celestial pasaremos una vida angelical y toda espiritual (pues como hombre, usted es pesado) allí todo será a la inglesa pues la vida monótona está reservada a su nación. En amores digo pues en lo demás quién más ágiles para comercio y marina, el amor les acomoda sin placeres, la conversación sin gracia y el caminado despacio, saludar, con reverencia; levantarse y sentarse con cuidado, la chanza sin risa, estas son formalidades divinas; pero yo, miserable mortal, que me río de mí misma, de usted, de estas seriedades inglesas, qué mal me iría en el cielo, tan mal como si fuesea a vivir en Inglaterra o Constantinopla, pues me deben estos lugares el concepto de tiranos con las mujeres, aunque no lo fue conmigo, pero si fue más celoso que un portugués, eso no lo quiero yo…



… ¿no tengo buen gusto? Basta de chanzas formalmente y sin reírme y con toda la seriedad, verdad, pureza de una inglesa digo que no me juntaré más con usted. Usted anglicano y yo atea es el más fuerte impedimento religioso, el que estoy amando a otro y no a usted, es el mayor y más fuerte, no ve usted con qué formalidad piensa su invariable amiga. Manuela

Solo tu memoria ocupa mi alma[2]
¿Abril de 1824?


Mi amor:


Estoy muy triste a pesar de hallarme entre lo que más me agrada: entre los soldados y la guerra, porque solo tu memoria ocupa mi alma, pues solo tú eres digna de ocupar mi atención particular.


Me dices que no te gustan mis cartas porque te escribo con unas letras tan grandotas[3]; ahora verás, para complacerte, que chiquitico te escribo. No ves cuántas locuras me haces cometer para darte gusto. Etc, etc.


10 de abril de 1825
 Mi bella y buena Manuela:

Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación, por ti; porque te debes con quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro! Sí, te idolatro más que nunca, jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino (…).

Bolívar
Señor:
Estoy muy boba y enferma. Cuán cierto es que las grandes ausencias matan el amor; y aumentan las grandes pasiones. Vd. me tendría muy poco amor, la grande separación lo acabó; pero yo que por Vd. tuve pasión, que ésta la he conservado por conservar mi reposo y mi dicha, que ella existe y existirá mientras viva. (…)
Manuela
Lima, a mayo 1 de 1825


A.S.E. General Simón Bolívar


Muy señor mío:


Recibí su apreciable que me disgusta mi ánimo por lo poco que me escribe; además que su interés por cortar esta relación de amistad que nos une al menos en el interés de saberlo triunfante de todo lo que se propone. Sin embargo yo le digo: no hay que huir de la felicidad cuando esta se encuentra tan cerca. Y tan solo debemos arrepentirnos de las cosas que no hemos hecho en esta vida.

Su Excelencia sabe bien como lo amo. Sí ¡con locura!

Usted me habla de la moral, de la sociedad. Pues bien sabe usted que todo eso es hipócrita, sin otra ambición de que dar cabida a la satisfacción de miserables seres egoístas que hay en el mundo.

Dígame usted: ¿Quién puede juzgarnos, por amor? Todos confabulan y se unen para impedir que dos seres se amen. ¿Por qué S.E. y mi humilde persona no podemos amarnos? Si hemos encontrado la felicidad hay que atesorarla. Según los auspicios de lo que usted llama moral, ¿debo entonces seguir sacrificándome porque cometí el error de creer que amaré siempre a la persona con quien me casé?

Usted mi señor lo pregona a cuatro vientos: “El mundo cambia, la Europa se transforma, América también”... ¡Nosotros estamos en América! Todas estas circunstancias cambian también. Yo leo fascinada sus memorias por la Gloria de usted. ¿Acaso compartimos la misma? No las habladurías, que no importunan mi sueño. Sin embargo, soy una mujer decente ante el honor de saberme patriota y amante de usted.

Su querida a fuerza de distancia

Manuela.

26 de noviembre de l825
 Mi amor:

¿Sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa carta? (…) Lo que me dices de tu marido es doloroso y hermoso a la vez. Deseo verte libre, pero inocente juntamente; porque no puedo soportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtuoso y que no lo es por mi culpa. No sé cómo hacer para conciliar mi dicha y la tuya con tu deber y el mío. (…)

Chuquisca, a 17de mayo de 1826

General Simón Bolívar

Estimado señor:

Qué falta de amabilidad tiene usted, pues ya se olvidó (conmigo) de las finezas. Bien es cierto que las grandes ausencias a Ud, no le afectan el ánimo, y las tiene como pretexto para olvidarse de mí. Yo le pregunto: ¿he cometido algún pecado que sea el darle todo mi amor, aun privándome del de mi fortuito marido? Yo digo ¡no basta!

No me he olvidado de las obligaciones que tengo para con usted, o mejor para con el ejército. Pero si tengo que entregar el archivo, será el último día de mi viaje a Londres con James, ya que así lo he determinado. Le confieso que es para mí una decisión terrible; pasarme de los míos y de mi país; porque no sé con qué me voy a encontrar allá. Usted siempre ha dicho que las cosas finas son delicadas y mi amor por usted se encuentra resentido por lo acrisolado de mi sufrimiento de saberlo mío y no de tenerlo junto a mí.

No quiero que usted se forme algún concepto de que yo le hago fuerza para que me ame, si no lo siente de verdad, ¿qué puedo yo esperar? Usted dirá que me quejo demasiado, pero es injusto su olvido y su silencio, y tan solo le pido de favor me permita siquiera verle con los ojos antes de marcharme.

Al único hombre de mi vida,



Suya, Manuela.
 La Magdalena , julio de 1826?
Mi adorada:


¿Con que tú no me contestas sobre tu terrible viaje a Londres???!! ! ¿Es posible, mi amiga? !Vamos! No te vengas con enigmas misteriosos. Diga Vd. la verdad, y no se vaya Vd. a ninguna parte: yo lo quiero resueltamente.


Responde a lo que te escribí el otro día de un modo que yo pueda saber con certeza tu determinación.


Tú quieres verme, siquiera con los ojos. Yo también quiero verte, y reverte y tocarte y sentirte y saborearte y unirte a mí por todos los contactos. ¿A que tu no quieres tanto como yo? Pues bien, esta es la más pura y la más cordial verdad. Aprende a amar y no te vayas ni aun con Dios mismo.

A la mujer UNICA como tú me llamas a mí.

TUYO.
Ecuador, setiembre de 1826

Mi encantadora Manuela:
Tu carta del 12 de setiembre me ha encantado: todo es amor en ti.. yo también me ocupo de esa ardiente fiebre que nos devora como a dos niños. Yo, viejo, sufro el mal que ya debía haber olvidado. Tú sola me tienes en ese estado. Tú me pides que te diga que no quiero a nadie. ¡Oh, no! A nadie amo: a nadie amaré. El altar que tu habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen, aunque fuera la de Dios mismo. Tú me has hecho idólatra de la humanidad hermosa, de Manuela. Creéme: te amo y te amaré sola y no más. ¡No te mates!
Vive por mí y para ti: vive para que consueles a los infelices y a tu amante, que suspira por verte. Estoy tan cansado del viaje y de las quejas de tu tierra que no tengo tiempo para escribirte con letras chiquitas y cartas grandotas como tú quieres. Pero en recompensa, si no rezo, estoy todo el día y la noche haciendo meditaciones eternas sobre tus gracias y sobre lo que te amo, sobre mi vuelta, y lo que harás y lo que haré cuando nos veamos otra vez. No puedo más con la mano. No sé escribir.

Repudiada por un amplio sector de su país, Manuela no renuncia en ningún momento a seguir siendo la amante de Bolivar.





véase el libro completo en http://www.chavez.org.ve/wp-content/uploads/2010/07/CARTAS-MANUELA-Y-SIMON-01.pdf

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